by Jose Manuel Pérez Romero
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21 February 2021
Es de sobra conocida nuestra dependencia a los combustibles fósiles para poder continuar con el ritmo de demanda energética, que a priori, seguirá aumentando en los años venideros. Igualmente somos sabedores de la limitación de existencias de estos combustibles, y que de una forma u otra, estamos abocados a concebir nuevos métodos de generación de energía para cubrir dicha demanda. Podemos afirmar a grandes rasgos que prácticamente la totalidad de la energía que llega a la Tierra es proveniente del Sol, y esta es aproximadamente 15.000 veces la demanda energética anual de nuestra civilización. Con estos datos sobre la mesa, muy mal lo tenemos que hacer para no ser capaces de aprovechar lo que necesitamos sin depender de los combustibles fósiles. Una de las tecnologías por las que se está apostando últimamente, tanto por entidades gubernamentales como por empresas privadas, es la del uso del hidrógeno como vector energético, es decir, como portador de energía. El hidrógeno no es una fuente energética que se pueda tomar de la naturaleza como el resto de combustibles fósiles, sino que es algo que hay que "manufacturar". España parte desde una posición privilegiada para la explotación de esta tecnología, ya que si bien es cierto que su fabricación tiene un elevado consumo energético, este puede ser obtenido a través de fuentes de energía renovables, razón por la que nuestro país puede, a priori, tener cierta ventaja debido a nuestras favorables condiciones climatológicas. El hidrógeno es un compuesto químico no tóxico que en condiciones atmosféricas se encuentra en estado gaseoso, y cuyas principales características son la posibilidad que ofrece de reaccionar con el oxígeno, liberando energía y produciendo agua, y la ingente cantidad de este compuesto que existe, ya que representa el 92% de la materia conocida, pudiendo aseverar que de forma "local" en nuestro planeta también contamos con enormes cantidades del mismo, debido a que gran parte de nuestra superficie se encuentra cubierta por agua. En la electrólisis se hace uso de una corriente eléctrica para la disociación del hidrógeno y el átomo de oxígeno. Si esta corriente eléctrica tiene sus orígenes en fuentes de energía renovables, obtendríamos combustible que será susceptible de ser consumido en diferentes aplicaciones, o lo que es más interesante, almacenarlo, teniendo como residuos agua y cero emisiones de dióxido de carbono. La versatilidad del hidrógeno abre un amplio abanico de posibles usos de estos combustibles y que pueden ser aplicados a: la movilidad mediante pilas de combustible, el almacenamiento de excesos de la generación de energía eléctrica por aerogeneradores e instalaciones fotovoltaicas, o la producción de calor convirtiendo el hidrógeno en metano pudiendo almacenarse este en las infraestructuras de gas natural existentes. Toca ahora pues estar a la altura para movilizar los medios necesarios y dar el impulso que, a mi parecer, se merece esta fuente de energía como alternativa energética de los próximos años.